El hotel se encuentra en pleno corazón histórico de Arcos: a tiro de piedra de los principales atractivos turísticos y cercano a restaurantes excelentes. El precio que pagar es la dificultad para aparcar el coche, aunque existen aparcamientos en la zona baja del pueblo e incluso en la próxima plaza del Cabildo (aunque a finales de agosto nunca vi sitios libres cuando pasé).
Por otra parte, la habitación la encontramos muy limpia y muy bien atendida por el personal. El balcón (más bien, terraza) que incluye se abre a una dilatada campiña encaramado sobre un bellísimo abismo desde donde también se contempla una de las preciosas iglesias del pueblo. Unas vistas, por tanto, espectaculares. Por último, el personal del hotel es muy agradable y muy cercano, lo que se agradece en este tipo de alojamientos. En suma, una excelente elección para disfrutar de Arcos y sus alrededores.